14 nov 2010

De Batallas Lejanas


Estas solo en la oscuridad, nadie quiso acompañarte, aunque de todas maneras tu solo decidiste quedarte allí por el resto, sabias que te colgaban aquellas veintiuna espaldas sobre tu lomo y aun con ellas arrastrándolas por el camino, tu abundante fuerza no querían ceder, eran tan ilimitados como tus ideales y compromisos. Te entregaste completamente al dolor sin pedir nada a cambio, no demandaste objeto alguno, ni una casa con familia que seguro necesitaste, ni un bondadoso reino al que pudieras gobernar, ni la inmortalidad para pelear indiscutidamente, ni siquiera el recuerdo de las personas en los cuentos de ficción. Estas parado allí porque realmente lo deseas.

Abandonaste tu vida de forma integra, por todos nuestros capricho
s y ambiciones que tanto anhelamos. Nadie pudo seguir tu ejemplo, ese modo de ser que te caracterizaba en esencia muy única. Moviste el cielo, quebraste los ríos y arrastraste la tierra e incluso reprochaste la palabra divina de los Dioses sin temor alguno. A pesar de los golpes devueltos, más allá de la sangre que derramaste por los hermosos campos de céspedes tu mirada nunca se rindió y jamás agacho, el sufrimiento era muy insignificante para ti y lo comprendías de manera fugaz, siempre una vez mas, te levantaste a pesar que el mundo te dio la espalda.

Nadie nunca supo de donde proviniste, nadie sabia si fuiste una perso
na en alguna galaxia de esta vida o alguna constelación materializada. Creo que mi corazón, uno de los tantos, era de donde reside tu vitalidad y fortaleza, conformas el esteriotipo de individuo que todos deseamos ser, pero la barrera del miedo es la que nos detiene. Tu, aun así, la quebraste infinitas veces sin escatimar en los desenlaces.

Ahora, mirándote caer una vez mas, te encuentras viejo y cansado, mi héroe se erosiona y muere. Te encuentras solo en esa cortina negra que no te quiere dar escapatoria, veo como la soledad empieza a darte aquel abrazo eterno pero su mirada se estremece con mucho orgullo. Tu sonrisa y tus ojos, los que yo nunca podré olvidar y serán los que mis hijos heredaran, estos llenos de esperanza y la otra, alentadora y complaciente.


A estas alturas, no soy la persona indicada en ofrecerte algo. Solo una única promesa te entregare, te daré un lugar calido para descanses por la eternidad, deseo que vivas para siempre en mi y nunca dejes de esperarme porque yo lo hare hasta que se consuman los átomos en cada una de las nebulosas. Vive eternamente, yo te esperare de esa manera.



José Mariano Salaverry.-
2010

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