25 nov 2010

Sufrimiento necesario

Cerca de las una y veinte de la madrugada, de un día jueves, resolví en ir a retirar todo mi capital que tengo alojado en el banco, ya que no hallé otra alternativa para solucionar un inconveniente que se encontraba pendiente.

Me dirigí al cajero mas cercano, no pasaba las cinco cuadras de mi hogar, además necesitaba fumar un cigarrillo y como en mi propia casa no era habitual que lo haga, decidí salir y mover las piernas, quizás con un cigarrillo podría reflexionar más a fondo sobre mis problemas, pero quien sabe.


Salí de mi domicilio hacia a la calle y lo encendí, aspire el humo hasta lo mas profundo de mis pulmones, espere unos tres segundos y comencé a caminar. No pensaba en nada en particular, únicamente en los problemas que me veía afectado, al caminar durante quince minutos llegue a mi destino.


Accedí mi tarjeta por el aparato sin dudarlo y el mismo me dio la luz verde para que ingrese. Introduje mi tarjeta en el cajero automático, puse la fecha de nacimiento de mi hijo ya que es contraseña y allí estaba todo el dinero, la suma exacta de diecisiete mil doscientos dos dólares, los ahorros de toda mi vida, desde los dieciocho años que vengo juntando todo esta importante suma de dinero y ahora se esfumarían con solo apretar un botón. De cualquier manera no vacilé y oprimí el pulsador con firmeza “ok” y la maquina empezó a largar una cantidad inmensa de billetes.


Fraccione el dinero en cuatro partes, dos de cinco mil que los oculte en cada una de mis piernas y el resto lo dividí en dos, guardando en los bolsillos de mi saco, tanto izquierdo como derecho. Luego de haber camuflado todo el dinero, abrí la puerta por donde entre con ganas de partir pero, un golpe sorpresivo me hizo desplomare sobre el suelo.


Un bastardo me espero detrás de la puerta del banco, con un caño de fierro golpeo en la parte trasera de mis rodillas causándome un terrible dolor en ambas piernas, casi incapacitando mi andar, instantáneamente el maleante, arrojo el caño al piso y desenfundo un revolver, apuntándome directo a mi rostro y seguidamente manifestó sus intenciones declarando:


“¡Dame todo el dinero que sacaste!”


No podía entregárselo a el, era mío y realmente lo necesitaba mucho mas que un imbecil como este sujeto. Lo único que hice fue cerrar mis ojos y levantar las manos y quedarme congelado ante la situación.


“Si no quieres morir, ¡dame todo ya!, ¡o te mato!”


No podía morirme aquí, no de esta manera tan absurda, no tuve mas remedio que entregarle mi dinero, saque de mi bolsillo izquierdo y se lo entregue. Al otorgárselo respondió tanto furiosa como frenéticamente,


“¡Se que tienes mas, no te hagas el estupido conmigo!”


Le respondí muy pacíficamente, “Esta bien, lo único que quiero es que te logres tranquilizar y te sientes unos segundos a platicar conmigo, luego, te doy mi palabra que te entregare todo lo que tengo… yo solo quiero saber si realmente necesitas el efectivo o solo quieres robar por oficio.”


Al parecer mis palabras lo tocaron, se acomodo a medio metro mío, guardo su arma y se entristeció agachando su mirada. Dije “Por favor, cuéntame tu sufrimiento, yo solo quiero ayudarte.”


Me relato durante un tiempo lo que era la pobreza en carne propia, vivir en ella y lo peor de todo, el significado de no poder darles a tus hijos las necesidades básicas, como el alimento diario.


“Realmente no te conozco, pero tuviste un gesto de nobleza hacia mi persona y quiero que todo este dinero que te voy a entregar, lo uses con fines positivos, que son tus hijos y prométeme que no cometerás los mismos errores en esta vida.”


Le entregue el resto del dinero que tenia en mi bolsillo derecho, haciendo una suma total de siete mil doscientos dos dólares. Se lo proporcione, y una postura linda nos envolvió, una estrechada de manos con una sonrisa y con los ojos laminados en lagrimas.


“Jamás pobre olvidarte, eres la personas mas buena que he conocido, entendiste mi sufrimiento y me diste una gran ayuda económica y voy a estar por siempre agradecido. Ahora se que tu también harías cualquier cosa por tus hijos, adiós mi gran amigo.”


Soltó de mi mano y se marcho dándome la espalda, a lo que le respondí solidamente, “Es cierto, haría cualquier cosa por mi hijo”.


Tome el fierro que aun estaba en el suelo, uní todas mis fuerzas y lo golpee como nunca lo había hecho con nadie, en su jodido y maldito cráneo y se desmorono sobre el piso. Me poseí por la rabia junto por el incontrolable odio que me otorgo este sujeto. Desde lo más abajo me observaba con benevolencia junto a un exceso de pánico, jamás he visto un rostro de esa manera, una expresión puramente de terror junto a sus peores miedos rodeándolo y abrazándolo, la verdad es que las cosas que me había dicho no me importaron en lo mas mínimo ya que desde un principio mi plan seria este que estoy realizando. Sujete el fierro una vez mas y decidí por levantarlo, atinándole a su cabeza.


“Maldito hijo de puta, yo te a hacer comprender el significado exacto de sufrimiento y aunque tu vida misma no me baste para saciar todo el odio que llevo por dentro, te torturare hasta que logres entenderme aunque sea en lo mas ínfimo. Mi gran amigo, dile adiós a la vida que una vez conociste y apreciaste.”


Luego de unos cuantos golpes en su cara, dejo de respirar.


Tome el dinero que me robo y lo guarde en mis bolsillos, tal como lo coloque desde un principio, tire el fierro ensangrentado y me aleje unas cuantas cuadras del cuerpo, tome un taxi con destino al hospital porque en menos de media hora le harían un transplante cardiovascular a mi hijo.






José Mariano Salaverry.-
2010

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